“Estamos en el número 28 y seguimos cayendo”, así tituló su columna Nicholas Kristoff en el New York Times de ayer, donde se refiere que según el índice de progreso social, que mide a través de 50 métricas el bienestar social, la calidad de vida ha disminuido en Estados Unidos durante la última década, incluso cuando ha aumentado en casi todos los demás lugares.
Recordemos que el Índice del Progreso Social, creado entre otros por Michael Green, es como él mismo ha dicho en su charla de Ted Talk de 2014:
“Una manera totalmente nueva de mirar el mundo. El Índice de Progreso Social empieza definiendo qué significa ser una buena sociedad en función de 3 dimensiones. La primera es, ¿tienen todos cubiertas las necesidades de supervivencia: comida, agua, refugio, seguridad? La segunda, ¿tienen todos acceso a los elementos claves en la mejora de sus vidas: educación, información, salud y ambiente sustentable? Y la tercera, ¿tienen todos acceso a la posibilidad de cumplir sus objetivos, sueños y ambiciones sin obstáculos? ¿Tienen derechos, libertad de elección, están libres de discriminación y tienen acceso al conocimiento más avanzado del mundo? Juntos, estos 12 componentes forman el marco de Progreso Social. Y para cada uno de estos 12 componentes, tenemos indicadores para medir el rendimiento de los países. No son indicadores de esfuerzo o intención, sino de logro verdadero”.
El índice va del 1 al 100, siendo 1, el mejor puesto que en esa dimensión puede ocupar un país y 100, el peor.
En este índice de 2020, Noruega seguida de Dinamarca, Finlandia y Nueva Zelanda ocupan los primeros lugares, mientras que Sudán del Sur está al final, con Chad, República Centroafricana y Eritrea justo detrás. De Venezuela no hay data confiable por lo que no entra en el estudio.
Pero volvamos al artículo de Nicolas Kristoff. Allí menciona los datos del Índice de Progreso Social donde se observa que “de 163 países evaluados en todo el mundo, Estados Unidos, Brasil y Hungría son los únicos en los que las personas están peor que cuando comenzó el índice en 2011. Y las caídas en Brasil y Hungría fueron menores que las de Estados Unidos.
Estados Unidos, continúa Kristoff, “a pesar de su inmensa riqueza, poder militar e influencia cultural, ocupa el puesto 28, habiendo caído del puesto 19 en el 2011. El índice ahora coloca a Estados Unidos detrás de países significativamente más pobres, incluidos Estonia, República Checa, Chipre y Grecia”
Pone como ejemplo, el periodista de The New York Times, las contradicciones que indica los datos del índice: “Estados Unidos ocupa el primer lugar en el mundo en calidad de universidades, pero el número 91 en acceso a educación básica de calidad. Estados Unidos es líder mundial en tecnología médica, pero somos el número 97 en acceso a atención médica de calidad”.
Más grave suenan las aseveraciones del profesor de la Escuela de negocios de Harvard y presidente del panel asesor del Índice de Progreso Social, Michael Porter, que menciona el periodista Kristoff:
“Los datos pintan una imagen alarmante del estado de nuestra nación, y esperamos que sea un llamado a la acción. “Es como si fuéramos un país en desarrollo”. “Ya no somos el país que nos gusta pensar que somos”.
Lo que resulta más interesante del análisis comparativo que realiza el periodista es cuando ubica países que comparten métricas similares en un mismo aspecto como atención de salud o educación y los compara con Estados Unidos:
“El Índice de Progreso Social encuentra que los estadounidenses tienen estadísticas de salud similares a las de las personas en Chile, Jordania y Albania, mientras que los niños en los Estados Unidos reciben una educación aproximadamente a la par de la que reciben los niños en Uzbekistán y Mongolia…Estados Unidos ocupa el vergonzoso número 100 en discriminación contra las minorías”.(AQUÍ GRÁFICO INCLUSIVENESS).
Estos datos que se publicaron en el informe del índice de Progreso Social son anteriores al COVID-19. Kristoff cita al director del índice, Michael Green quien ha afirmado que:
“Las sociedades que son inclusivas, tolerantes y mejor educadas están mejor capacitadas para manejar la pandemia”