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Rechazo mundial: países del sur de África se niegan a prohibir el comercio de elefantes y rinocerontes

Un gran rechazo se ha generado por las posturas de unos países del sur de África de retirarse de la Convención sobre el Comercio Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestre (CITES), ante la negativa a flexibilizar sus normas de comercio con especies como el elefante o el rinoceronte.

Este anuncio fue hecho por países como Namibia, Tanzania, Botsuana o Zimbabue, que están en una de las áreas más ricas en fauna del planeta, los cuales han mostrado su descontento ante la decisión tomada por la CITES que pone control al comercio de estas especies.

Las medidas de conservación fueron aprobadas por 182 países y la Unión Europea que rechazaron por mayoría la solicitud de Namibia para que autorizara el comercio de sus rinocerontes blancos y de sus cuernos, que alcanzan precios astronómicos en el mercado ilegal asiático, donde se les atribuyen propiedades medicinales.

Elefantes africanos. Foto: AP

Por su parte, Botsuana, el país con más elefantes del mundo, lleva varios meses expresando su incomodidad con estas restricciones que le impiden aprovechar su fauna mientras se le exige afrontar los grandes costes de seguridad que supone su protección.

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El CITES también rechazó una propuesta para flexibilizar las restricciones sobre el comercio de productos de elefante (especie catalogada como vulnerable), impulsada por varias naciones del África meridional como Zimbabue, que afirma tener 600 millones de dólares en existencias de marfil almacenadas y una sobrepoblación de paquidermos en el país.

“Es un montón de dinero que podríamos usar para grandes proyectos. Se debate sobre nuestros animales salvajes en Ginebra, un lugar irrelevante para los animales”, argumento al respecto el presidente zimbabuense, Emmerson Mnangagwa, cuyo país atraviesa una profunda crisis económica.

Foto: AP

Un avance en conservación

Las medidas tomadas por CITES en las últimas semanas ha sido aplaudida y reconocida por varias organizaciones animalistas y ambientalistas de mundo como un avance en materia de protección y conservación de especies, principalmente en aquellas que se encuentran en riesgo o peligro de extinción.

“CITES protege a unas 36.000 especies animales y vegetales del mundo, de las que unas 900 se encuentran en el apéndice 1, aquel que prohíbe totalmente su comercio. Los elefantes africanos están incluidos en ese apartado, excepto las poblaciones de Botsuana, Namibia, Sudáfrica y Zimbabue, que por su mayor tamaño están comprendidas en el apéndice 2, el cual es menos restrictivo”, señaló la organización.

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En ese sentido, en medio de este escenario algunos países africanos han asegurado que este tipo de medidas son muy restrictivas y violarían el derecho que tienen como naciones de hacer uso de sus recursos naturales, entre ellos los animales.

Sin embargo, países como Kenia ha señalado que estas restricciones son necesarias para poner fin a la caza de animales para comercializar el marfil, cuernos, pieles o para ser vendidos a zoológicos del mundo.

“No estamos contentos viendo estas divisiones entre África del sur y otros países, pero sí valoramos que muchos de ellos, aunque no todos, están haciendo un buen trabajo manejando su fauna salvaje; mejor que muchos países que están tomando posiciones contrarias”, indicó Colman O’Criodain, director de políticas de fauna de la organización conservacionista WWF.

La mayor preocupación frente a la posible salida de varios países del sur de África de la Convención es que estas naciones perderían el derecho a comercializar estos animales con cualquier otro país del CITES, por lo que el comercio ilegal podría aumentar.

“Hay, por ejemplo, una expectativa de que si se les permitiera exportar el marfil, habría países dispuestos a comprarlo. Pero ese no es el caso. China ha prohibido el comercio nacional, así que asumimos que no estarían interesados y los países que podrían mostrarse interesados tendrían que cambiar primero su legislación”, indicó O’Criodain.

Frente a este escenario, Japón sería el único potencial importador pero eso implicaría que no habría competidores en el mercado y podría fácilmente manejar el precio mundial del marfil.

“Hablan como si hubiera muchos interesados y fueran a obtener un buen precio, pero las ONG  estuvieran arruinando esas oportunidades y quitando el pan de la boca de sus pueblos. Yo creo que esa retórica está más dirigida a sus audiencias domésticas”, indicó el jefe de la WWF.

América Digital/ EFE

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