Las consecuencias del coronavirus dejaron en jaque a muchos inmigrantes venezolanos en el extranjero. A la preocupación por subsistir en medio de la pandemia, se suma la de no poder ayudar a los familiares que quedaron en Venezuela.
La población venezolana tocó techo con 30 millones de personas en 2015, pero ante el colapso económico de su país, cinco millones emigraron a otros lugares de Sudamérica, Estados Unidos y Europa. Cabe destacar, que la mayoría de los que se quedaron en Venezuela viven con salarios equivalentes a 2 dólares.
Casi la mitad de los inmigrantes venezolanos son trabajadores informales -jornaleros, vendedores, artistas callejeros y meseros-; un grupo que fue particularmente golpeado por el impacto económico del coronavirus.
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De acuerdo con la directora para Colombia y Venezuela del grupo humanitario International Rescue Comittee, Marianne Menjivar; en Bogotá, muchos inmigrantes deben violar las leyes de la cuarentena por el coronavirus para salir y ganar dinero para comer. La otra opción es quedarse recluidos y pasar hambre.
Las remesas, salvavidas de los venezolanos
Durante una entrevista con Voz de América, el economista Jesús Casique estimó que en 2019, las remesas representaron el 4% del producto interno bruto del país. Además, dijo que para este 2020, se proyectaban alrededor de 4.500 o 6.000 millones de dólares producto de la diáspora venezolana.
Es por esto que el coronavirus representa una amenaza letal tanto para los inmigrantes como para los que aún viven en Venezuela.
Del 15% de venezolanos que salieron del país, unos 1,8 millones viajaron a Colombia. Otros emigraron a Brasil, Ecuador y Perú. Los que tuvieron más éxito iniciaron negocios e inscribieron a sus hijos en escuelas locales.
Amarga bienvenida
De acuerdo con cifras del gobierno colombiano, hasta el momento, unos 20.000 inmigrantes venezolanos regresaron a su país desde principios del mes de marzo.
Nicolás Maduro dijo que los venezolanos serán bienvenidos si regresan, aunque imágenes compartidas por algunos de los retornados dicen otra cosa.
Algunos de los que llegaron el mes pasado a San Cristóbal, cerca de la frontera con Colombia, estuvieron dos semanas en un recinto deportivo bajo vigilancia militar. El espacio era reducido y no respetaba las normas del distanciamiento social.
Los que regresan encuentran comunidades con los hospitales cerrados, porque miles de médicos y enfermeras se fueron del país; pero ahora el coronavirus obliga a regresar inmigrantes que huyeron de la crisis económica, social y política.
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