Las vacunas contra el COVID-19 han demostrado ser eficaces para disminuir la mortalidad y gravedad de la enfermedad que desarrollan las personas en el mundo, pero con el paso de los meses ha surgido una nueva preocupación sobre si la eficacia se podría perder ante las nuevas mutaciones.
Hasta el momento, las farmacéuticas que han desarrollado los biológicos han asegurado que son eficaces para combatir las principales variaciones del COVID-19 que han surgido en el mundo, aunque hay algunas que han registrado una disminución de su efectividad.
Ante este escenario, algunas empresas emergentes vienen desarrollando proyectos para fabricar unas vacunas que serían eficaces durante años, o incluso más, pero por ahora no hay garantías de que esta apuesta vaya a tener éxito.
“Podrían proteger durante varios años”, aseguró Alexis Peyroles, jefe de OSE Immunotherapeutics, refiriéndose a un proyecto de vacuna sobre el que esta startup francesa ha empezado a realizar ensayos clínicos.
El principal objetivo es crear una vacuna que resista la aparición de las mutaciones del COVID-19, es decir las nuevas cepas que han aparecido en varios países del mundo como Reino Unido, Sudáfrica, India, Brasil, entre otros y que han demostrado ser más infecciosas y preliminarmente con la posibilidad de evadir la inmunidad.
Ver más: ¿Cuánto tiempo dura la inmunidad de las vacunas frente al COVID-19?
En ese sentido, las grandes incógnitas que tiene la comunidad científica está relacionada con ¿hasta qué punto las vacunas que se administran en la actualidad seguirán siendo eficaces cuando las variantes se multipliquen?
El director de la farmacéutica Pfizer, Albert Bourla, explicó que hasta el momento la vacuna responden bien pero reconoció que es probable que una vez al año haya que ponerse una nueva dosis actualizada de la vacuna.
La inmunidad de las vacunas
Los expertos y las farmacéuticas han explicado que el tiempo de inmunidad que otorga las vacunas se irá conociendo con el paso de los meses ya que las campañas de inmunización no han completado un año y no es posible determinar con mayor exactitud el efecto de las vacunas en grandes grupos poblaciones.
Unas investigaciones preliminares han arrojado que las vacunas del COVID-19 podrían brindar una inmunidad de entre seis meses y un año, pero los expertos creen que esta podría ser mayor con la memoria inmunológica de nuestro organismo.
Además, uno de los temas que será cruciales para el comportamiento de la pandemia estará relacionado con la eficacia de las vacunas contra las nuevas variantes ya que esto determinará la necesidad de dosis adicionales, y cuándo y cómo administrarlas.
“Solo tenemos información del tiempo que se llevan estudiando las vacunas. Tenemos que estudiar a la población vacunada y empezar a ver en qué punto se vuelve vulnerable de nuevo al virus”, explicó Deborah Fuller, investigadora de vacunas en la Universidad de Washington.
Los expertos han explicado que todavía existen muchos aspectos importantes por resolver como la duración o la intensidad de la inmunidad adquirida tras la infección o inducida por la vacuna y los factores de reinfección, pero son cuestiones que solo el tiempo ayudará a responder.
Los científicos ya saben qué papel desempeñan algunos de los actores involucrados en la inmunidad, como los anticuerpos o las células que destruyen a las células infectadas por el virus.
Sin embargo, la aparición de variantes del COVID-19 más infecciosas y que podrían evadir la respuesta inmune podría conllevar a que las personas necesiten vacunarse con dosis adicionales de refuerzo en el futuro y este es un escenario que las farmacéuticas vienen contemplando para actualizar sus vacunas.
Una nueva estrategia
Las empresas biotecnológicas vienen adelantando estudios con una estrategia diferente al querer estimular primero los linfocitos T, los cuales detectan y eliminan las células ya infectadas, en vez de centrarse en el virus.
Las vacunas actuales apuntan primero a la producción de anticuerpos, que reconocen y destruyen el virus directamente, antes de que infecte una célula. Esto no significa que estas vacunas no provoquen una respuesta de los linfocitos T, pero no es la prioridad.
De acuerdo con los expertos, los linfocitos T tienen varias ventajas en comparación con los anticuerpos ya que pueden sobrevivir más tiempo en el cuerpo y reaccionan a los componentes del virus que tienen muchas menos probabilidades de mutar que los detectados por los anticuerpos.
En Francia, OSE sigue la pista de la “respuesta T”, al igual que Osivax, que incluso promete una vacuna “universal” que podría responder a cualquier variante potencial o mutaciones del COVID, por lo que el gobierno viene financiando estos proyectos con millones de euros.
Se trata de proyectos aislados porque pocos laboratorios creen en una vacuna universal. De los casi 400 proyectos de vacunas contra el COVID-19 registrados por la Organización Mundial de la Salud (OMS), solo unos cuantos apuestan por esta eventual solución.
El más avanzado es el del estadounidense ImmunityBio, que publicó recientemente unos resultados bastante esperanzadores frente a esta vacuna pero todavía son muy preliminares.
La incertidumbre
Los expertos han reconocido que el futuro de este tipo de vacunas es incierta ya que ninguno de los desarrolladores cree que pueda tener resultados antes de 2022.
“Cuando hay una vacunación masiva es en sí misma (…) una presión que puede llevar al virus a evolucionar para escapar de la vacuna, sea cual sea”, explicó el virólogo británico Julian Tang, quien lo considera “un arma de doble filo”.
El otro gran interrogante estaría relacionado sobre hasta qué punto nuestro cuerpo resistirá al virus si hacemos que responda con linfocitos.
El virólogo francés Yves Gaudin consideró que existen muchas dudas con el desarrollo de una vacuna universal de este tipo ya que los linfocitos y los anticuerpos trabajan en conjunto.
“Si no se ha puesto en marcha la respuesta a través de los anticuerpos, los linfocitos T no servirán para gran cosa” aseguró el experto al destacar que lo ideal es una vacuna eficaz en ambos planos.
Otro de los temas a los que se enfrentarían los científicos es que si estas vacunas logran tener éxito, se inyectarán, al menos en Europa y Estados Unidos, a personas que ya han recibido las vacunas actuales y por lo tanto sus anticuerpos estarán preparados.
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