La historia evolutiva de la humanidad ha llevado a que nuestro organismo ya no utilice algunas funciones o capacidades de algunos órganos.
Los científicos han calificado esta condición como “sobras evolutivas”, partes de nuestro cuerpo que ya no tienen ninguna utilidad ni funcionalidad para nuestras vidas.
Sin embargo, nuestros antepasados no podían vivir sin ellas ya que cumplían tareas muy específicas y vitales, las cuales se fueron perdiendo con el paso de los años.
El órgano más inútil
Muchas personas han escuchado o han tenido que ser operados de la apéndice, un órgano digestivo que puede provocar una afección dolorosa y que siempre requiere de una intervención quirúrgica .
Hace muchos años, esta parte de nuestro cuerpo ayudaba a los primeros humanos a digerir plantas ricas en celulosa. Si bien muchos vertebrados aún la utilizan, nuestro cuerpo lo desplazó del sistema digestivo cuando empezamos a incorporar otro tipo de alimentos, como las carnes, en nuestras dietas.
Sin embargo, algunos especialistas aún consideran que el apéndice juega un papel relevante a la hora de almacenar bacterias en nuestro intestino.
Palmar largo
De seguro no lo asocias a nada, pero lo ves todo los días como la palma de tu mano. Se trata de esa protuberancia fina y larga que se extiende desde tu muñeca hasta el codo en la parte interna del brazo.
Este músculo también es conocido como palmaris longus y ayudó a nuestros antepasados a trepar árboles, pero desde que empezamos a caminar de forma erguida sobre dos pies hace 3,2 millones de años ya no lo necesitamos.
Si no sabes a qué nos referimos con esto, puede que seas parte del 10% de la población mundial que ya no lo tiene como parte de su anatomía.
La cola en los humanos
El coxis era ese hueso de la cola humana que nuestros antepasados necesitaban para tener mayor movilidad y equilibrio en sus cuerpos pero dejamos de usarlos cuando aprendimos a caminar sobre dos patas y erguidos.
Sin embargo, en las primeras fases de gestación seguimos desarrollando esa pequeña cola alrededor de las cinco y ocho semanas. Por fortuna desaparece y se esconde bajo nuestra piel.
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Las cordales
Estas muelas son muy recordadas por las personas que han tenido que soportar algún dolor cuando crecen o tienen que ser extraídas de nuestra mandíbula.
Este tipo de molares era muy utilizado por nuestros antepasados hace miles de años para masticar con mayor fuerza las carnes y alimentos que consumían.
Sin embargo, con el paso del tiempo la humanidad empezó a alimentarse con dietas más suaves y blandas de masticar, por lo que su funcionalidad se ha venido perdiendo.
Los músculos de la oreja
Si bien a veces quisiéramos que no hubiesen desaparecido los músculos de nuestra oreja para poder escuchar un chisme a kilómetros de distancia; nuestros cuerpos han ido atrofiando ese elemento poco a poco con el paso de los años.
Como has podido notar, a diferencia de los humanos, los mamíferos tienen que mover las orejas para oír bien y orientarse. Sin embargo, los antropólogos creen que en el pasado este tipo de músculos en los oídos también ayudaban a los humanos a detectar el peligro y sus presas.
La ‘piel de gallina’
En un pasado, nuestro vello corporal funcionaba como un elemento de defensa ante las amenazas y se erizaba para incrementar nuestro tamaño.
La llamadas arrector pili son fibras musculares que hoy por hoy solo funcionan para darte piel de gallina cuando escuchas un tiza al tocar una pizarra o sientes mucho frío.
De esta forma, este músculo arrector está conectado a los folículos capilares y reacciona como una forma de defensa, pero lo cierto es que en la actualidad ya no lo necesitamos.
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